Todo era oscuridad, tiniebla cálida y húmeda. De pronto un destello deslumbrante lo abarcó todo, y, tras él, nada era negro. Ahora todo era luz, con estrechas paredes de seto blanco, de ramas tan largas que se enredaban en los pies al caminar. Corría una brisa angustiosa, como si un áspero aliento acariciara las nucas, amenazante. No había cielo ni tierra, solo luz. Los setos se cruzaban y se alargaban hasta el infinito formando un laberinto imposible. En medio de él estaba la chica, la misma de siempre. Tendida boca abajo en el suelo, su pelo avellana le cubría la espalda hasta llegar a la cintura. Comenzó a temblar levemente, y se incorporó como pudo. Sus ojos miel miraban en rededor asustados. Su extrema palidez, rompía la habitual hegemonía dorada que conformaban cabello, ojos y piel.
Se colocó las faldas del fino vestido de gasa sin mangas que llevaba. Las rodillas le temblaban, y mientras intentaba detenerlas inútilmente con sus manos, levantó la cabeza. La giró hacia un horizonte inexistente como si hubiera escuchado el aullido silencioso de la muerte. Entonces echó a correr. Corría descalza, agarrándose el vestido. Corría casi sin aliento, desesperadamente. Elegía su camino al azar, sin pensar una ruta, sin importarle salir de allí, simplemente intentando alejarse de lo que tanto le aterraba. De pronto, sobre su cabeza, apareció un pájaro, y luego otro, y otro. Todos avanzaban en su dirección, huyendo. De repente le adelantó un ratón, luego un gamo. Otros animales, grandes y pequeños, conocidos e inexistentes, salían de las esquinas y del interior de los setos y se cruzaban en su camino.
A sus espaldas, por encima de las paredes del laberinto, comenzó a divisarse una neblina de tonos negros y morados, que se aproximaba desde la lejanía. Cuanto más se acercaba, más desesperación inundaba a los pobres fugitivos. El caos reinaba entre todos. Brazos de niebla se adentraban entre los diferentes caminos de la trampa, girando rápidamente las esquinas y saltando los altos muros vegetales.
La oscuridad atrapaba a cada ser que encontraba con sus dedos inmateriales y se lo tragaba. Era más rápida que la joven y, así, poco a poco fue estando más cerca de sus espalda, haciéndole cosquillas de terror en la columna, que se extendían en forma de escalofríos hasta el punto de su cuerpo más lejano al corazón. Los latidos de éste y la respiración de la joven retumbaban por todo lo existente. Ya no había nada, más que el estrecho pasillo que la encerraba y las oscuras ramas inmateriales que crecían para atraparla. Un gemido salió sin permiso de sus labios cuando vió que la tragedia se cernía sobre ella. Por fin, la niebla se cerró a su alrededor, haciéndola desaparecer entre vetas moradas y negras, mientras el más profundo chillo de terror cortaba el viento.
Este es un pequeño fragmento del proyecto de novela que he comenzado. No es que sea toda de este estilo, esto es sólo un sueño del protagonista. La verdad estoy bastante contenta por cómo ha quedado, ¿que opináis?